Agosto 2001 - Los Inrockuptibles Año 6 Nº 58
Adrian Dárgelos & Marcelo Cohen: La imaginación al poder
Por Gustavo Alvarez & Mariano Valerio
Foto Ernestina Pais
Adrián
Dárgelos:
Todavía tengo la fantasía de que el sistema es hipócrita, que va a llegar un
punto en el que no se va a poder sostener en sí mismo. Si bien no creo que
Babasónicos tenga un lugar central —hay grupos que sí creen ser un referente
social—, debo alentar, llenarles la cabeza a varios para que
puedan hacer que esto estalle.
Marcelo
Cohén:
;Vos crees que tiene que haber guerra?
Dárgelos:
No sé si una guerra, pero va a tener que desatarse cierta violencia para que
haya un cambio. Marx dice: la historia se repite dos veces, una como tragedia y
la segunda como farsa. Acá cerca tenemos un ejemplo: la tragedia de Perón-Evita
se repite esta vez con la farsa Menem-Bolocco.
Cohén:
La verdad es que la literatura no me reporta muchas ideas, saco más ideas de
otras artes que de ella. No se debe a que no me gusta lo que se escribe, sucede
que no tengo demasiadas ideas sobre lo que tiene que hacer la literatura. Soy de
escribir e ir pensando. Sin embargo, las historias que quiero contar tienen que
hacer que la gente choque, que se de la cabeza contra la pared, de una manera
mas o menos estimulante A mi me interesa saber que hacen los músicos de rock
ante esto, evidentemente por la capacidad revulsiva que tiene el rock. No le voy
a pedir al jazz que haga esas cosas porque esta para otro asunto, pero con el
rock me interesa conversarlo ¿queremos guerra? ¿Realmente esto no tiene solución?
¿Nos ponemos absolutamente del otro lado? ¿Estamos totalmente con Burroughs:
el mundo del Dios único, patria única, familia única, mujer única, no tiene
solución? ¿Dentro del lenguaje no hay ninguna salida o aceptamos que estamos
dentro del lenguaje, que el lenguaje es una escena, que el rock es una escena?
¿Cómo hago para equilibrar la resistencia, el grito, con la voluntad de que no
se rompa todo?
Dárgelos:
En cierta forma me planteo el rock como un entretenimiento, no como un lugar de
combate.
Cohén:
Entonces es amor.
Dárgelos:
Claro, tengo que hacer que la gente se entretenga, y no que piense y tome posición
desde el vamos. Pero la estética puede ser un poco subversiva y plantear
preguntas. No soy el estereotipo del rock argentino que da respuestas. El rock
barrial, que fue exitoso en la decada pasada, brinda respuestas. No las entiendo
todavía, pero las da.
Cohén:
¿Y que tipo de respuestas crees que da?
Dárgelos:
No me puse a analizarlas, pero desde el escenario ellos bajan línea de como
"escuchar", "bailar", tienen su "momento
hedonista", su "momento machista", signos que son respuestas,
porque el publico de rock busca identificarse. En cambio, con Babasónicos es
muy difícil reconocerse, no le hablamos al publico desde el escenario, entonces
no tenemos ese costado hedonista. Buscamos quedar al margen de una estructura
tan fascista.
Cohén:
Sin embargo, hay un punto de seducción que en el rock es casi vital, que en la
literatura también existe —esta presente en todas las artes—, y es que vos
podes plantear mundos alternativos. Sin embargo, quizás esa sea la función de
la imaginación, ¿como es el lugar que queres inventar, en el que deseas estar
un rato largo? A lo mejor buscas quedarte cinco minutos, porque en tu caso, todo
es pasaje. A mi me gusta mas la idea de burbujas en donde uno puede retirarse, y
no como ermitaño, sino a mirar.
Dárgelos:
Mi música esta hecha de esa operación.
Cohén:
Sí, está bien, pero ¿y la sociedad? No te lo cuestiono a vos me lo pregunto
en general.
Dárgelos:
Pienso lo mismo en un punto, si no hay conflicto, no tenés tema.
Cohén:
Cuando se acaba el conflicto se termina la necesidad de expresión. Es la
entrega total. Pero todavía no estamos ahí, o por lo menos a mi me falta
mucho. El momento de la manipulación en la literatura es necesariamente menor
que en el rock, no hay demasiadas posibilidades. Sin embargo, ¿como dar ese
gran rodeo para volver a la experiencia, ya que se nos alejo tanto? ¿Como
recuperar la sensación, paradójicamente, a través del lenguaje? Dentro de los
imposibles que tiene la literatura, uno de ellos es la alianza insostenible con
la música, porque la música tiene polifonía y la literatura no. Es señal
desde Joyce, pasando por Burroughs, estamos tratando de romper la linealidad del
relato, y no lo podemos conseguir. La ambición de que en una misma canción
pasen muchas cosas contradictorias entre si ya es suficiente como poder
subversivo.
Dárgelos:
No estaría mal que te den una sola cinta, asi cada vez que grabas un disco
estas borrando el anterior. Tampoco sería descabellado ser como un escritor que
se propone romper con su forma narrativa original y escribe como otro que no es
él. El poder ser uno distinto en cada escritura es algo que me atrae.
Cohén:
En una de las últimas novelas de Burroughs -The Western Lands—, el
personaje es un escritor ya viejo que vive en una casa rodante en el desierto de
Arizona, y el tipo tiene un proyecto que se resume en una frase que me encanta "He
wants him to write himself out", "agotarse en escritura o
"deshacerse en escritura', hasta
que no le quede nada mas que decir. Cuando estas componiendo una canción, ¿corregís
en función de la expresión de la canción?
Dárgelos:
Mas que nada de la dinámica En la música, la letra solo es la mitad, no es
todo En mi caso, trato de que la parte musical de la canción tenga una dinámica
y un dramatismo que estén acorde con lo que voy a cantar, que eso me ponga en
la situación de personaje —para que la música me atraviese como me atraviesa
la electricidad. De ese modo logro convencer a quien me escucha, por eso en la
performance tiene que darse todo en una dimensión inmediata.
Cohén:
Claro, la canción tiene que permitir que eso suceda. Esa dimensión no esta en
la literatura. Me llamo mucho la atención la cantidad de personajes que hay en
tus canciones, hace falta eso. El rock argentino esta lleno de "yo",
de tipos que te cuentan el mundo en catorce canciones, en vez de ponerlo en
escena y dramatizarlo. También encuentro muy seductora la alternancia entre
despojamiento y patetismo. A veces se hace dramático, en el punto en que las
canciones se tornan paródicas. En otro plano, pensaba que algún día tendrían
que salir de la parodia.
Dárgelos:
Si
estamos en eso. Jessico es el ultimo disco en el que podemos representar
ese mundo patético y terrible que venimos construyendo desde Babasonica.
En Dopadromo explicábamos que no se podía hacer futurismo. Justo en ese
momento empiezo a leer tus libros y me parecía que eras el único escritor que
se imaginaba un espacio de ciencia ficción ubicado en el futuro, construido sin
exagerar el presente. No había nada operístico, ninguna caricatura del futuro.
Me planteaba como se puede pensar en la existencia del futuro y ahí es donde
llego a creer que todo es presente. Jessico es un personaje que mata
nuestra forma de ver la música. Creo que nuestro próximo paso es salir de esta
escena.
Cohén:
En mi caso, si bien la idea no es intentar convencer a nadie —aunque quizas a
mi mismo—, trato de que durante el momento de la lectura suceda algo que es
imposible. Es uno de los atractivos de escribir y es una de las razones por las
que lo hago. De hecho, es como operan las cosas en la realidad: continuamente la
gente se esta diciendo "esto parecía que no podía pasar y esta
sucediendo". Y si uno logra que pase algo absolutamente imposible en la
literatura, a lo mejor, el choque con lo real es mas productivo.
Afortunadamente, o lamentablemente, tenemos la idea de que una de las
justificaciones del músico de rock es cierta forma de estrellato. Me imagino
que una de las aspiraciones del músico de rock es convertirse en icono.
Dárgelos:
Esta implícito en el mensaje de rock, no podes desligarlo. Es algo que subyace
en el estilo que elegís. Lo que mas se comenta de nosotros es que somos
iconoclastas. Pero mi propia naturaleza es iconoclasta.
Cohén:
¿Cuál es tu anhelo?
Dárgelos:
Convertirme y destruirme.
Cohén:
Pero necesitas seguidores cuánticos (risas)
Dárgelos:
Si, sería genial. Pero no reniego del estrellato. Entiendo que es un logro o
una parte importante del reconocimiento que tiene mi música. En la trayectoria
de Babasónicos se
puede
ver la forma en que hemos intentado aplastar la imagen de cada disco que
hicimos.
Cohén:
Eso en la literatura es una cosa que sucede rara vez. Lo he visto en grandes
artistas plásticos, en grandes músicos de la llamada música clásica
contemporánea y en algunos músicos de jazz, como Ornette Coleman. Los
escritores cambian de temperamento, pero raramente cambian de forma, de estilo.
Es difícil encontrar escritores que se animen a escribir libros muy
diferentes. Es una de las piedras de toque de la identidad de la literatura;
el reducto de la identidad, de la integridad. El miedo del escritor es perder el
reconocimiento de su estilo. No puedo hacerme el piola porque también soy víctima
de eso. En el mito literario, el escritor sabe que la pervivencia de la
literatura está en el hecho de que siga produciendo malestar, de que tenga algo
raro, porque si no, se muere. No sirve para nada. Por eso hay tantos mitos en el
rock y tan pocos mitos de la literatura. ¿Cuáles son los mitos de la
literatura? Dylan Thomas, Lautrémont, Rimbaud. o Pynchon mismo. Pynchon es un
tipo que la hizo muy bien, en un punto con una actitud casi rockera. Lo que me
parece más redondo en él, lo más luminoso de su operación, es que uno no
tiene la sensación, como puede tener de otros tipos, de que se escondió por
miedo.
Dárgelos:
Vos tenes personajes que tienden a desaparecer, por ejemplo, 0'Jaral.
Cohén:
Pero es un peligro ese tipo, no te cruces con él (risas).
Dárgelos:
Es un personaje que me encantó.
Cohén:
A mí también, pasé un montón de tiempo con él. Mis amigos me empezaron a
decir O'Jaral. Mi novia en aquel tiempo -que es mi mujer hoy en día- me decía
0'Jaral. Yo no quería saber nada porque él hace muchas cosas malas, se está
defendiendo todo el tiempo. Es una máquina de eliminar escollos. Para
sobrevivir, él tenía que aflojarse. Para los obsesivos como nosotros, si te
aflojas un poco, el mundo cambia de tono todo se vuelve mucho mejor. ¿El rock
es lo otro para un obsesivo?
Dárgelos:
Los escritores siempre tratan de explicar la música. Vos, en E! instrumento
más caro del mundo, hay veces que pretendes hacerlo.
Cohén:
Era muy chico cuando dije eso. Son todas macanas (risas).
Dárgelos:
También lo leí en La subasta del lote
49,
en donde Pynchon intenta explicarlo todo.
Cohén:
Y no digamos ya Cortázar, que se mete en unos líos tremendos. Cuando uno habla
de música tiene que tratar de hablar con términos lo más técnicos posibles,
porque la poesía de la música es una mentira total. Más allá de estas
infantiladas, existe algo que no diría que es un mito, pero sí un sueño, una
aspiración: el capricho de pensar que alguien puede expulsar de su cabeza o ir
soltando el hilo de una melodía original —no te diría nunca oída pero
medianamente original—, sin recurrir al apoyo de los acordes.
Dárgelos:
Nosotros trabajamos el rock desde la rítmica en adelante. De los cuatro meses
que nos lleva trabajar sobre un disco, le dedicamos casi dos a la parte rítmica
y nunca se termina.
Cohén:
¿Eso en plan de qué?
Dármelos:
Antes que nada, de generar un swing. Sin embargo, todo está en el trabajo de
estudio y en algo aún más importante: en la mezcla.
Cohén:
Pero es parte del trip. En la literatura la corrección para mí es
profundamente ingrata porque...
Dárgelos:
No, la corrección hace a la obra en el rock.
Cohén:
Sí, el impulso, la sensación, el tono de vida que te llevó a escribir la
obra. Por mi parte, cada vez estoy más convencido de que no quiero jorobar al
lector de ningún modo, y si mi escritura fuese llana -por usar una palabra
antigua-, estaría más contento. Me funciona la cabeza de esa manera y no veo
otra forma de traducir lo que se me va ocurriendo más que en esa lengua. Dármelos:
¿En Los acuáticos estás buscando cierta sencillez? Uno de los cuentos,
"Neutralidad", está en primera persona.
Cohén:
Creo que gustan más, aunque la reina de la literatura es la tercera persona: es
la reina y la piedra de toque.
Dárgelos:
En Jessico estaba un poco queriendo ser otro. Para escribir una canción
necesito encontrar una ruptura entre algo que está bien y algo que está mal y
no fue señalado. La lectura de El testamento de 0'jaral me
sugirió ideas para varias canciones de Jessico. Entre ellas, Camarín,
donde hay muchos planos de narración. Termina con una persona que tiene un sueño
feo: se levanta con angustia, con resquemor, con frustración, abrazado por un
sentimiento de mierda. Y ese sentimiento de mierda que descubre es que había soñado
con ser critico de rock.
Cohén:
Claro, es lo peor (risas). Todo artista que merezca el nombre, en primer
lugar es un crítico. Es alguien que lee la tradición de su arte por lo menos
con un espíritu de elección, después lo hace con espíritu de combate y con
espíritu de recuperación. Las generaciones se leen unas a otras y no pueden
dejar de hacerlo, al estar conformadas en el hacerse y deshacerse de los mismos
materiales —pasa en la naturaleza, se da en los textos. Y no hay modo de
empezar si no es a favor, en contra, encabalgándote, o como sea. Además, los
artistas hacen como los críticos: leen en contra de lo que ya está escrito.
Dárgelos:
En Los acuáticos es relevante el uso de la panconciencia. ¿Con la
panconciencia no podes resolver eso, es decir, una forma de no tener una actitud
crítica? Al recibir la información constantemente como un todo, no la recoges
con el abismo generacional.
Cohén:
La panconciencia es una ambición de comunicación inmediata. Lo que está en
juego es el discernimiento. Es decir, ¿queremos elegir? En un sentido es la
operación por la cual el hombre perdió el contacto con el resto del mundo, con
el resto de la naturaleza. ¿O queremos suspender el pensamiento y dejar que las
cosas actúen a través nuestro? Aparentemente, te haría más feliz dejar que
las cosas sucedan solas, sin discriminación. Es la promesa de plenitud. Pero no
sé si en el arte es posible.
Dárgelos:
Eso, en todo caso, está en la droga, no en el arte.
Cohén:
Pero no sé si hay arte con la droga. El arte siempre sería producto de una
operación, de algo que para el hombre en el fondo es trágico, que es su
compulsión a discriminar.
Dárgelos:
Es verdad, un buen drogadicto nunca va a ser un artista.
Babasónicos, Jessico (Pop Art).
Marcelo Cohén, Los acuáticos (Norma).